Septiembre ha llegado y con el, su energía renovadora. Un mes en el que muchos de nosotros volvemos a las rutinas, llenos de propósitos, ganas de cuidarnos, de volver al gimnasio, de retomar hábitos saludables que quizás dejamos un poco de lado durante el verano. Es un momento en el que el deseo de transformación está en el aire, una oportunidad para reconectar con nosotros mismos.

Sin embargo, en medio de esta vorágine de «empezar de nuevo», quiero invitarte a hacer una pausa y reflexionar. En nuestro afán por hacer, por la productividad en estado puro, por cumplir con las metas que nos proponemos, es fácil caer en el piloto automático, seguir la inercia de lo que «deberíamos» hacer sin realmente conectar con lo que nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones realmente necesitan.

El verdadero cuidado no es solo un acto de voluntad que se activa en septiembre o en enero, cuando los ciclos nos invitan al cambio. Es un proceso continuo, un compromiso con nosotros mismos que se alimenta cada día, durante todo el año.

Cuidarnos no se trata solo de seguir una rutina, de cumplir un objetivo, de marcar una casilla en nuestra lista de tareas. Cuidarnos es un acto de amor propio que requiere escucha, presencia y compasión. Es aprender a detenernos, a escuchar las señales de nuestro cuerpo, a sentir nuestras emociones. Es decirte, atendernos.

Pregúntate: ¿Qué es lo que realmente necesitas en este momento? ¿Qué te pide tu cuerpo? ¿Por qué quieres hacer ese propósito?, ¿Qué quieres conseguir con ese propósito? ¿Qué te está diciendo tu corazón?
A veces, el mejor cuidado es soltar la rigidez, abrazar la flexibilidad y permitirnos ser humanos.

Recuerda que el cuidado no es un destino, es un camino que recorremos cada día, con amor y con paciencia.

Te invito a vivir este septiembre, y cada día del año, desde la presencia y la consciencia. Que este sea un mes de regreso a ti mismo, a tus necesidades auténticas, y no solo a tus rutinas.

¡Feliz conexión contigo!


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