Bueno, para los que todavía no me conozcáis, mi nombre es María y como ayer fue el Día Mundial del Dietista-Nutricionista, me gustaría contaros un poco cómo acabé en esta profesión (que me encanta) y emprendiendo.

Al principio no tenía ni idea de lo que quería ser. Bueno, creo que a esas edades es muy difícil que tengas algo claro. Pero hice la carrera. Que, por cierto, la nutrición tiene una formación universitaria. Hago hincapié porque, a veces, cuando explico a qué me dedico, mucha gente no sabe que el grado de Nutrición Humana y Dietética existe. Se piensan que es un mero curso y ya.

El caso, es que a mí la carrera me encantó y no había sangre de por medio (dato importante en mi decisión). Puedes enseñar, comunicar, ayudar y era de la rama de las ciencias de la salud (características que buscaba). Sin embargo, un apunte interesante, es que de todos los profesores que tuve en el grado, como mucho uno o dos eran Dietistas-Nutricionistas. Curioso, ¿Verdad?

Terminé esta y yo estaba motivadísima. Empecé a buscar trabajo de lo que había estudiado y lo que me encontraba era que, más que nutricionista, me salían trabajos como comercial para vender productos innecesarios, o con un sueldo que, bueno, no tenía ni por dónde empezar. O bien, de autónoma. Mi cabeza decía “¿qué es eso?”, y mi entorno, “autónoma no, en España ser autónomo es horrible”. Ojalá hubiese más educación en las escuelas con respecto a esto porque yo no la he tenido y lo veo totalmente necesario. Y ahí, empecé con una duda existencial de si había elegido la carrera correcta. Seguro que muchos compis míos me comprenden.  Bien, pues como yo no quería eso en mi vida y me pensaba que me había equivocado de carrera, me fui a Irlanda a aprender inglés.

Pasado un tiempo, yo sentía que a mí la nutrición me encanta, seguía leyendo, seguía ayudando a las personas, pero todo gratis, “a lo free”, como digo yo, pero por pura vocación. Y, en resumen, decidí volver a España y seguir formándome con un Máster de Nutrición en Andalucía.

Me di cuenta de que no me había equivocado, que la nutrición era lo mío, que amaba AYUDAR, COMUNICAR, ENSEÑAR, ESCUCHAR. Me salieron trabajos de nutrición clínica y yo era FELIZ en la consulta, y a mí, las horas se me pasaban volando, pero mis necesidades económicas hicieron que volviese a Madrid.

La vuelta a Madrid fue un choque tremendo. Para mí fue como retroceder, aunque ahora lo pienso y considero que para dar un gran paso hacia delante primero tienes que dar otro hacia atrás. No aceptaba nada. Mi entorno no era el que tenía cuando yo me fui, mi familia tampoco y entré a un trabajo de nutricionista que no era lo que pensaba o esperaba. En realidad, la que había cambiado y no se daba cuenta era YO. Busqué ayuda, porque realmente tenía un gran cacao mental y gracias a eso pude poner palabras a todo lo que estaba sintiendo.
Acepté mi situación. Amplié mi entorno conociendo a personas maravillosas, personas vitamina que te hacen crecer. Seguí aprendiendo, no solo de nutrición, también de desarrollo personal, inteligencia emocional y psicología.
En cuanto a mi trayectoria profesional, me cerré en un círculo vicioso (Trabajo indefinido + horario asequible = seguridad) que no me daba felicidad. Yo no me sentía alineada con mis valores, ni productiva, no consideraba que estuviese dando un valor añadido, ni sacando todo el potencial de conocimientos que había adquirido durante esos años sobre nutrición y alimentación. Me sentía como un pájaro en una jaula con la puerta abierta, pero con miedo a volar. Cada vez que me planteaba la idea de dejar el trabajo porque no era feliz, me llenaba de miedo y en muchas ocasiones, mi entorno no ayudaba. “Estás loca, vas a dejar un trabajo indefinido, con buen sueldo”, “es que no sé qué te piensas, pero los trabajos son así”, “menudos pajaritos tienes en la cabeza”. Todo eso me creaba muchas inseguridad y, mientras tanto, yo me sentía apagadísima. Yo quería comprobarlo por mí misma y la vez me ahogaba la idea de intentarlo. Mi vía de escape eran los fines de semana, me escapaba para olvidar y os podéis imaginar lo que suponía volver los domingos por la tarde para al día siguiente volver a trabajar. Creo que muchos os sentiréis identificados con esta emoción. Bien, pues empecé a crear una lista de valores, de otras maneras de dedicarme a la nutrición y a la formación en diversas materias de nutrición, entre otras muchas cosas. Mis tardes después de trabajar eran dedicadas a hacer ejercicio físico, a formarme más y también, a aprender a meditar.

Con ayuda y “non stop”, empecé a sentirme más viva, tenía las ideas más claras. Y de verdad, tu cuerpo te grita “aquí no es”, y, aunque no sepas exactamente dónde es por la nube negra que tienes encima y que tú te has creado, el corazón si, y tienes que escucharlo, y querer escucharlo, aunque no es nada fácil.
Empecé a tomar decisiones y la principal relacionada con este artículo, fue dejar el trabajo para emprender. Vamos, es que ya mi corazón lo chillaba. Lo hice y no os podéis imaginar la paz que recibió mi cuerpo. Hubo opiniones de todo tipo, y las sigue habiendo, pero, como dice Ana Albiol en su último libro, “hay personas que opinan y te aconsejan mientras que se quejan de su existencia y de todo lo que les rodea. Si no te brillan los ojos de felicidad, no quiero que vengas a contarme qué tengo que hacer para ser feliz. Predica con tu ejemplo. Inspírame con tus resultados.”

Me sentía plena y eso es una sensación maravillosa. Y así fue como empecé con esto. Me dediqué algunos meses a formarme y prepararme para lanzarme a la piscina y coger fuerzas. Me dediqué tiempo a mí, y a valorar lo que sentía y quería.
A día de hoy, estoy muerta de miedo e incertidumbre, no lo voy a negar, pero, me siento muy humana, muy auténtica y feliz, porque por fin estoy haciendo lo que me gusta, lo que me llena el corazón. Además, estoy aprendiendo muchísimas cosas, creciendo y descubriendo facetas de mí que desconocía. Ya no siento angustia por quedarme en casa un fin de semana, ni siento que se me va la vida si no hago nada. Los domingos son menos domingos. Los lunes me levanto con sueño, pero sintiendo que voy a aportar muchísimo más. Me siento viva.

No tengo un horario fijo y facturo menos de lo que estaba ganando con un salario fijo. Trabajo los fines de semana, e incluso, muchas veces, dedico ratos por las noches a finalizar tareas que no me ha dado tiempo durante el día. Y realmente, soy más feliz y además he descubierto que en la felicidad también hay miedo y bajones.

Yo no se cómo acabaré en un futuro, pero soy de las que piensan que la suerte no existe, que todo se trabaja y lo voy a seguir intentando, cueste lo que cueste, para que el día de mañana, si me tengo que arrepentir de algo, sea de algo que he intentado, hasta que la vida me diga que “ahí no es”. Y si pienso que me tengo que morir, porque el futuro no se promete a NADIE, que sea sintiéndome orgullosa de mí.

El fin de este texto es contar mi historia y mi experiencia, porque aparte de profesional, también soy humana y si esto puede ayudar o inspirar a otras personas, pues mucho mejor.

Espero que os haya gustado y gracias por haber llegado hasta aquí, ¡Feliz viernes!

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2 comentarios

Juanru · noviembre 26, 2022 a las 5:49 am

Solo un pequeño apunte “la vida es para los valientes”, y tú lo eres en todos los sentidos. Quien persigue lo que quiere lo termina consiguiendo y, si por algún casual no se consigue, como bien dices, “lo has intentado”. Sigue trabajando por lo que realmente quieres y crees. Y, sobre todo, por aquello que te hace feliz. Mucha suerte!!!!

    nutricionmariasj · noviembre 26, 2022 a las 8:24 am

    Muchísimas gracias por tus palabras, me encanta. ¡Estoy contigo!. A seguir creciendo y disfrutando del camino, siempre.

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