El consumo sano y equilibrado de los alimentos también depende de las cantidades que consumas de estos. Cada individuo tiene unos requerimientos y características diferentes. Sin embargo, factores o estímulos externos pueden determinar nuestro comportamiento alimentario.

Alimentarnos de más sin ser conscientes

Hay factores que influyen en nuestra conducta alimentaria, no solo el entorno, sino también, el color, las formas o el tamaño de nuestros platos o utensilios, así como, el de los envases.

Todos nuestros sentidos están conectados a través del cerebro que es el que procesa la información que éstos le envían.

Varios estudios revelan que cuando aumentamos el volumen de los envases, el consumo de los alimentos que lo componen se duplica. Por ejemplo, si vas al cine y pides un cubo de palomitas grande, el consumo de estas aumentará excesivamente y no por necesidad, sino, por la dimensión.

¿Qué pasa con el tamaño nuestra vajilla?

Nuestros sentidos tienen mucho que ver en nuestra alimentación. Visualmente, podemos subestimar la cantidad de comida que hay en un plato.
Si nuestros platos son más hondos o grandes, podríamos tender a comer más alimento que si estos son de menor tamaño. También ocurre con los vasos.

Por ello, en algunas consultas de nutrición se juega con el tamaño de la vajilla para ayudar al ajuste y control de cantidades que se consumen, sobre todo, para aquellas personas que necesiten perder peso.

Las personas tendemos a no dejar nada en el plato, o bien, que no quede nada en la mesa.

Lo mismo ocurre con el tamaño de las tazas y los cubiertos.

¿Y con el color?

Hay una gran influencia entre las cantidades de alimentos que se consumen y la tonalidad o color del plato. Lo mismo ocurre con la textura y la forma de estos. Y es que, pueden aumentar o disminuir nuestro apetito.

Los colores como el verde pueden llegar a reducir el apetito. Sin embargo, si se trata de un alimento, el verde resulta atractivo porque lo consideramos saludable. Lo mismo ocurre con el azul, este se relaciona con elementos artificiales y puede hacer el mismo efecto que el verde.

Por otro lado, el blanco, el amarillo o los tonos claros, pueden aumentar el apetito, ya que, estos nos dan la sensación de limpieza y realzan los colores de los alimentos.

También se ha vinculado el color rojo o los tonos anaranjados con el aumento del apetito. La razón podría ser que, estos colores, están relacionados con al amor, la pasión, la energía. No obstante, si son colores muy fuertes puede surgir el efecto contrario, ya que, el rojo, también está relacionado con el “peligro”.

Igualmente, si el alimento y el plato coinciden en el color, se tiende a comer más, puesto que, visualmente, no seremos tan conscientes de lo que comemos. Los contrastes no ayudan más a saber qué es lo que estamos comiendo.

Todo ello, supone un gran interés para campañas de marketing, empresas de catering y decoradores de eventos.

Hay un libro maravilloso que he comentado en varias ocasiones llamado “Gastrofísica” de Charles Spence, en el que nos muestra como nuestros sentidos y los agentes externos intervienen de forma extraordinario en la forma en la que comemos. No solo nuestra vajilla, sino también el ambiente, las personas, la luz, el lugar.

Espero que te guste este artículo.


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