¿Alguna vez has pasado por una cafetería y el olor a café te abre el apetito?, ¿Has pasado por un horno de pan y el olor que desprende a hecho que te entre hambre?

Casi todos conocemos 2 mecanismos de regulación de la ingesta alimentaria que es el hambre emocional y el hambre fisiológico.

El hambre fisiológico está regulado por hormonas y se manifiesta para cubrir las necesidades energéticas del organismo. Este va apareciendo gradualmente y está mediado por hormonas como la grelina. Además, este desaparece una vez que hemos tenido esa ingesta alimentaria.

El hambre emocional está relacionada con las sensaciones o sentimientos que nos transmite un alimento. Lo que normalmente se busca es suplir una emoción. Suele apetecer de repente y aparece como un deseo o necesidad. Además, en este participan mecanismos de recompensa obtenidos, sobre todo, por alimentos hiperpalatables ricos en grasas y azúcares.  Suelen apetecer alimentos específicos.

Pero no todo acaba aquí, el hambre es mucho más complejo y dentro de estos 2 mecanismos, según Jan Chozen, también se pueden contemplar 9 tipos de hambre en su libro de “Comer atentos”:

  • El hambre corporal o celular: Se produce cuando se necesita energía y nutrientes y se activan mecanismos que den lugar a la ingesta de alimentos. Para ello, el cuerpo suele mostrarse cansado, estamos más irritados, con menos concentración, entre otros.
  • El hambre estomacal: Este se suele sentir como un vacío en el estómago o con molestias. No obstante, puede verse afectado cuando sentimos estrés, miedo o ansiedad, ya que, puede aparecer “un nudo en el estómago” o todo lo contrario.
  • Hambre de corazón: Es el que se relaciona comúnmente con las emociones. El objetivo es obtener un beneficio o satisfacer una necesidad o deseo a través de la comida. Se intenta cambiar el estado de ánimo o recompensar a través de los alimentos.
  • Hambre visual: Se percibe a través del sentido de la vista y se activa al percibir alimentos a través de esta. Algún alimento o comida que nos suele gustar puede activar este. De hecho, podemos terminar una ingesta y sentirnos nutridos, pero aparecer el postre y despertar nuestro apetito de nuevo.
  • Hambre olfativa: Se despierta tras oler o detectar un aroma, como, por ejemplo, cuando pasamos por delante de una panadería o el olor a café por las mañanas. Esta hambre puede verse afectado cuando estamos resfriados.
  • Hambre auditiva: Se activa en función de la textura de los alimentos. Por ejemplo, el sonido al crujir ciertos alimentos, como un trozo de chocolate o una patata.
  • Hambre bucal: Este está relacionado con los recuerdos al degustar ciertos alimentos. Como, por ejemplo, alguna comida o guiso preparado por nuestra abuela. También, puede impulsarnos a comer porque nos sentimos inquietos y necesitamos masticar algo. En este influyen los 5 sabores del gusto: dulce, salado, amargo, ácido y umami.
  • Hambre de tacto: Se despierta cuando un alimento entra en contacto con el cuerpo al tocarlo. Como, por ejemplo, algo blando o suave.
  • Hambre mental: Está influido por nuestros conocimientos sobre nutrición y alimentación: calorías, nutrientes, azúcares, grasas, entre otros. Escogemos en función de lo que sabemos y el exceso de información puede guiar la conducta a la hora de comer, dejando de lado la intuición.

Tampoco se debe olivar la sensación de sed. Esta a veces se pueden confundir con la sensación de hambre.

Es importante llegar a un equilibrio entre los diferentes tipos de hambre y aceptar que existen en todas las personas. Lo importante es poder ser consciente e identificar entre estos para poder elegir de forma coherente.


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